Compositoras medievales
En la Edad Media la mayoría de las compositoras estaban
relacionadas con el canto litúrgico, y todas ellas eran cultas y de clase
social elevada. Muchas eran monjas y escribían sus composiciones para que los
interpretaran sus hermanas de congregación. En los conventos las mujeres
pudieron desarrollar sus facultades intelectuales, artísticas y emocionales.
Las novicias debían formarse en las letras y en el canto. La cantrix era la responsable del repertorio,
de los ensayos, del trabajo de los copistas, de gestionar la biblioteca y de
supervisar la liturgia. Las monjas tenían la oportunidad de cantar, hacer
arreglos e incluso componer música para el servicio de Dios.
Tekla fue abadesa de un convento en Constantinopla en el
siglo IX y de ella se conserva su Kanon, (verso de nueve secciones, cada una
referida a uno de los nueve cantos bíblicos), dedicado completamente a la
Virgen como madre de Dios (Theotokos), único en todo Bizancio, y además canta a
las santas, mártires y vírgenes de la iglesia ortodoxa oriental.
En el siguiente extracto del Kanon, Tekla acentúa el papel
de la Virgen (Theotokos) no solo en la salvación del mundo, sino en la
redención de la mujer abocada al pecado por culpa de Eva.
Tú liberaste de la amarga esclavitud
a toda la raza (humana), oh Virgen.
Y por la libertad de Cristo
honraste al sexo femenino
por tu divina descendencia.
Kassia, que vivió en Constantinopla en el siglo IX fue la primera
compositora bizantina cuya música se conserva. Su fama ha eclipsado a otras
compositoras del Imperio Romano de Oriente, a las cuales precede en casi dos
siglos. Su obra entró a formar parte de la liturgia oficial de la iglesia. Provenía
de una familia noble, que formaba parte de la corte imperial, razón por la cual
recibió una educación exquisita, basada en el estudio de la Grecia Clásica. Se
vio envuelta en una disputa iconoclasta, y se posicionó al lado de los que defendían
la valía de las imágenes, a quienes ayudó y protegió frente al emperador,
motivo por el cual, según la leyenda, fue exiliada durante un tiempo.
Kassia (Santa Casiana) |
Se le atribuyen unas cincuenta obras litúrgicas (aunque solo
veinticuatro son genuinas, mientras que el resto han sufrido retoques
efectuados por músicos posteriores) y escribió 261 piezas literarias en forma
de poemas, epigramas y sentencias morales. Veintitrés de sus himnos se cantan
en la liturgia ortodoxa oficial. La mayoría de ellos son del tipo sticheron, un verso largo cantado en
varios segmentos con repetición, en los oficios de maitines y vísperas.
Cuando, siguiendo la costumbre oficial, el emperador Teófilo
llamó a las muchachas jóvenes de su corte para elegir entre ellas a su futura
esposa, se fijó en Kassia. Se acercó a ella y, refiriéndose a Eva, comentó que
las mujeres eran las culpables de todos los males del mundo. Kassia le
contestó, refiriéndose a la Virgen, que las mujeres también lo eran de todos
los bienes. Teófilo no soportó tal demostración pública de su ingenio y escogió
a Teodosia.
Tras esto Kassia tomó los hábitos, aunque Teófilo la
visitaba con frecuencia. Es la única compositora que escribió un himno de
penitencia a María Magdalena. En el año 843 Kassia fundó el convento de
Xerolophos, donde permaneció hasta su muerte y donde, según la leyenda, Kassia
se hallaba escribiendo el troparion
(himno), en la parte que describía cómo María Magdalena lavó los pies de
Cristo, cuando se anunció la visita oficial del emperador. Ella se escondió y
dejó lo escrito a la vista. Al llegar Teófilo leyó el texto y escribió dos
versos que decían: “Los mismos pies que Eva escuchó en el Paraíso / y corrió a
esconderse por miedo”. Kassia conservó los versos en el himno, que sigue siendo
muy popular en Grecia, donde se conoce popularmente como el Tropario de Kassia
y se canta en la mañana del Miércoles Santo.
En el siglo XIII todas las órdenes tenían religiosas,
probablemente las maestras de coro, que componían los cantos para ser
interpretados por el resto de la congregación, como muestran el Códice de Las
Huelgas. Las monjas de este monasterio se formaban en el canto de a dos y tres
voces, y el oficio de cantora (cantrix)
era el más importante después del de priora. Sancha García fue cantora y
después abadesa en el año 1204. La cantora se encargaba de organizar el coro,
designar las solistas, elegir los cantos correctos para cada ocasión litúrgica,
confeccionar la tabla de la semana y adoptar la música para las festividades de
los santos locales. Al ser el canto llano parte integral de la vida cotidiana
algunas de las monjas pudieron escribir melodías para los himnos, antífonas o
responsorios utilizados para honrar a los santos de la localidad.
La monja Junger Gertrud Bunge participó en el siglo XV,
junto a otras cuatro monjas en la composición de una colección de himnos y
cantos sagrados recogidos en el Wienhauser Liederbuch, con fragmentos en latín
y bajo alemán.
Todas las oraciones, tanto de la misa como del Oficio
Divino, eran cantadas.
Detalle de miniatura de Hortus deliciorum, Música |
¡Padre de todas las cosas,
rey y emperador de
los pueblos!
que nos formaste de la costilla de la primera madre,
que nos causó una gran caída en la aflicción.
Nosotras la seguimos al exilio por propia voluntad
uniéndonos a su dolor. (Sinfonía de las viudas)
Durante los primeros siglos de la era musulmana, bajo el
reino Omeya de Damasco (661-750), se mantuvo y se enriqueció la tradición
poética de La Meca y de Medina y se favoreció la creación de salones literarios
donde venían a reunirse los artistas más distinguidos y las antiguas esclavas,
cantantes liberadas gracias a la maestría de su arte del canto: las Qainat. Algunas
de estas mujeres eran nobles y otras eran esclavas que desde muy niñas recibían
una formación musical muy completa, ya que no sólo cantaban y se acompañaban
con varios instrumentos, sino que también poseían profundos conocimientos de
poesía, caligrafía, composición... Una vez que dominaban estas artes se
encargaban de la formación de otras jóvenes qainat.
En muchos casos conseguían su libertad y creaban sus propias escuelas e incluso
orquestas enteras de músicas, que eran elogiadas en los tratados de música. La música que comenzó a componerse en Al-Andalus
acabó influyendo en el estilo de la música que se hacía en los reinos
peninsulares más septentrionales, como muestran las melodías de las Cantigas de
Alfonso X.
Detalle de miniaturas de Cantigas de Alfonso X |
La cantante Jamila, del siglo VIII, fue aclamada como “Reina
de la Canción”, y varios artistas musicales famosos solicitaron sus enseñanzas.
Adoptó el estilo persa, lleno de ornamentos, y llegó a dominarlo de tal manera
que se convirtió en su máxima representante.
Cuando había peregrinación a Medina los grandes maestros de
la música solían enviar a sus esclavas a la escuela que Jamila fundó al
conseguir su libertad.
Formó una orquesta femenina de cincuenta laúdes que la
acompañaron a la Meca, junto con un cortejo de poetas y músicos de ambos sexos,
lo que supuso uno de los mayores acontecimientos del periodo omeya.
Oraib, que vivió en Bagdad en el siglo IX fue considerada la
cantora más importante del Califato Abasida. Era de origen noble, pero al morir
su madre y su padre fue vendida como esclava a un alto cargo de la corte de
Harum al-Rashid, quien se ocupó de que tuviera una completa educación musical.
Tras muchos avatares, Oraib consiguió su libertad.
Además de poseer una bellísima voz, se dio a conocer como
compositora y creó su propia escuela, que le daba grandes beneficios. Se le
atribuyen 21.000 melodías, que cien años después de morir seguían presentes en
los repertorios musicales, recopiladas por expreso deseo del califa.
Pintura de Charles Landelle |
Wallada Bint Al- Mustafki vivió en Córdoba en el siglo XI y
era hija única del Califa Al-Mustafkí, que huyó de Córdoba y murió en esa
escapada, Wallada heredó la fortuna de su familia que le sirvió para llevar una
vida independiente. Su actitud orgullosa, su hermosura, que mostraba
públicamente y su vasta formación resultaban intolerables y por eso tuvo muchos
enemigos y enemigas, aunque también apoyos importantes, como el del visir Ibn
Abdus, que le dio cobijo cuando se arruinó y la ayudó hasta su muerte. Wallada
permaneció soltera durante toda su vida.
Educó en el canto y la poesía a algunas muchachas y
convirtió su casa en lugar de reunión de artistas, participando abierta y
libremente en sus tertulias. Sus amores tortuosos con el poeta Ibn Zaydun
pasaron a la historia, así como los versos que ambos se dedicaron tras su
ruptura.
Cuando caiga la tarde, espera mi visita,
pues veo que la noche es
quien mejor encubre los secretos;
siento un amor por ti,
que si los astros lo sintiesen
no brillaría el sol,
ni la luna saldría y las estrellas
no emprenderían su viaje nocturno.
La única partitura de una canción de autoría femenina que ha
llegado a nuestros días procede de la Condesa de Dia, que vivió en el siglo
XII. Los manuscritos de sus canciones
circulaban por toda Francia y norte de Italia, lo que muestra su extensa fama,
aunque sólo se conservan los textos de cuatro de ellas. Su canción en occitano A chantar m’er de so qu’eu no volria es
la única pieza cuya música sobrevive intacta y se encuentra en Le manuscript di roi, una colección de
canciones copiadas en torno a 1270 para Carlos de Anjou, el hermano de Luis IX.
Ahora deberé cantar de lo que no querría,
Tanto me lamento del que no soy amiga,
Pues le amo más que a cualquier cosa en el mundo
Pero no valen ante él ni la piedad ni la cortesía
Ni mi belleza ni mi valor ni mi juicio,
Porque soy engañada y traicionada
Como sucedería si fuera poco agraciada.
Además de compositores las mujeres podían demostrar su
maestría en la ejecución de piezas musicales tocando los diversos instrumentos
existentes en la época. En el libro de Apolonio, se ensalza el talento de
Luciana, luego esposa del protagonista, al manejar con soltura la vihuela.
Preparóse la dueña, hiciéronle lugar,
Templó bien la vihuela en un son natural,
Dejó caer el manto, presentóse en brial,
Comenzó una laude, que nunca se vio tal.
Hacía hermosos sones y hermosas desbailadas,
Bajaba a sabiendas la voz a las vegadas,
Hacía a la vihuela dar notas extremadas,
Semejaba que eran palabras afirmadas.
Los altos y los bajos todos de ella decían:
La dueña y la vihuela tan bien se avenían,
Que lo tenían a hazaña cuantos lo veían,
Hacía otros juegos que mucho más valían.
Bibliografía:
www.inmujer.gob.es/areasTematicas/educacion/programas/docs/CreadMusica.pdf;
Edad Media: música, amor, libertad; Blanca Aller Nalda
Los sonidos
del silencio: Aproximación a la historia de la creación musical de las mujeres,
Anna Bofill Levi; Google Books
https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/4715062.pdf;
Hildegard von Bingen y el canto en la liturgia claustral; Sor Mª. Victoria Triviño
Monrabal, Osc.
https://www.academia.edu/12243292/_Estatus_de_la_mujer_en_la_cultura_islámica._Las_esclavas_cantoras_ss._XI-XIX
en Mujer versus Música Colección Feminismo Musical. Valencia Editorial Rivera
Mota 2 8 139-198; Estatus de la mujer en la cultura islámica: las
esclavas-cantoras (ss. XI-XIX); Manuela Cortés García
Authorship
and Gender (and) Identity. Women´s Writing in the Middle Byzantine Period,
Alexander Riehle, The autor in Middle Byzantine Literature: Modes, Functions,
and Identities, Aglae Pizzone (ed.); Google Books
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