Melisenda de Jerusalén
Melisenda de Jerusalén era la hija mayor de Balduino II, rey de Jerusalén y Morfia de Melitene, una princesa armenia. Sus hermanas fueron Alicia, princesa de Antioquía, Hodierna, condesa de Trípoli, e Iveta, abadesa de San Lázaro de Betania, convento fundado por la propia Melisenda.
Melisenda casó con Fulco V, conde de Anjou, con el que tuvo
dos hijos que le sobrevivieron, Balduino III y Amalrico, que sucedió a su
hermano. Aunque el acuerdo matrimonial hizo a Fulco heredero del trono, El rey
Balduino II había reconocido a Melisenda como heredera y cuando él murió en
1131, confió el cuidado del reino y el poder total a Fulco, Melisenda y su hijo
Balduino de dos años de forma conjunta. Los esposos fueron coronados juntos con
la idea de gobernar con los mismos poderes.
Pero Fulco intentó gobernar en solitario y acusó a su esposa
de tener un idilio con su primo Hugo de Le Puiset. Melisenda montó en cólera y,
como el asunto no se probó y algunos de sus contemporáneos no lo creían, como
su biógrafo Guillermo de Tiro, tuvo el apoyo de los nobles locales en contra de
Fulco y sus seguidores francos. Cuando Hugo sufrió un atentado, se culpó a
Fulco, que se vio obligado a reconciliarse con su esposa, que tuvo como
consecuencia el nacimiento de su segundo hijo, y a gobernar junto a ella. A
partir de 1134 se incluyó, en los decretos, el consentimiento de Melisenda y el
de su hijo. En 1143 Fulco murió en un accidente de caza, dejándole a ella y a
su hijo como co-gobernantes. Ambos fueron coronados juntos y ungidos según la
tradición bíblica, pero Melisenda, como su hijo era un adolescente de trece
años, acaparaba el gobierno, aunque los decretos se emitían en conjunto, y era
ella quien tomaba las decisiones.
Melisenda, la madre del rey, era
una mujer de gran sabiduría que tenía mucha experiencia en toda clase de
asuntos seculares. Ella había sobrepasado el estatus de las mujeres que se
atrevían a tomar medidas importantes. Ambicionaba emular la grandeza de los príncipes
más nobles y demostrar que no era inferior a ellos. Como su hijo era todavía
menor, dirigió el reino y administró el gobierno con tanta habilidad que se
puede decir que igualó a sus antepasados en esa labor. Como su hijo deseaba
seguir su consejo, la gente disfrutaba de un deseable estado de tranquilidad, y
los asuntos del reino prosperaron. (Guillermo de Tiro, Historia de los Hechos de Ultramar)
Fulco y Melisenda salen de caza, Manuscrito de la Biblioteca Nacional, París |
Melisenda hizo grandes donaciones a la Iglesia y para
reforzar su poder propuso a su hijo menor como testigo de sus decretos.
Estableció bases de poder en el centro y sur del país, controlando la tierra de
Galilea a Judea. La tensión entre madre e hijo creció cuando Balduino quiso
imponer su autoridad, pero cuando fracasó en su expedición contra Damasco en
1148, perdió poder y ella emitió decretos en solitario o en su propio nombre
con el consentimiento del hijo. Ella tenía su propia maquinaria administrativa
además de nobles leales y cuando Balduino solicitó que los barones marchasen
sobre Antioquía en 1150, los afines a la reina no lo hicieron, lo que provocó
la división del país, que se oficializó al conquistar Melisenda Nablús y
Jerusalén, y Balduino Acre y Tiro. Él reclamó que necesitaba más recursos para
el país y marchó sobre Jerusalén en 1152. Melisenda acabó perdiendo poder y se
le dio Nablús como compensación, quedando su autoridad reducida a la de un
aristócrata local.
Su implicación en la aristocrática sociedad de la tierra de
las Cruzadas no se acabó con su retiro del poder como se ve en su participación
en la preparación del ajuar de su sobrina Melisenda de trípoli, hija de
Hodierna, que había sido elegida para desposarse con Manuel, emperador de
Bizancio, donde la riqueza exhibida da cuenta de la relevancia que la familia
real de Jerusalén quería evidenciar en otras cortes reales.
Brazaletes, pendientes, broches,
anillos, collares y diademas del oro más puro. Grandes y pesadas piezas de
plata para usar en la cocina, en la mesa y el baño fueron preparadas, además de
bridas y sillas de montar, es decir, todo tipo de equipamiento. Todo se dispuso
con gran celo y coste; solo la elaborada artesanía ponía en evidencia su gran
valor que superaba el lujo de los reyes. (Guillermo de Tiro, Historia de los Hehos de Ultramar, XVIII, 31)
Joya Bizantina, siglosXII-XIV, Museo Metropolitan, Nueva York |
Guillermo de Tiro relata que Melisenda murió, estando
acompañada por dos de sus hermanas que la habían atendido durante su enfermedad
y que gobernó con sabiduría y buen juicio.
(En 1161) La reina Melisenda,
mujer de extraordinaria sabiduría y discreción, murió de una enfermedad
incurable, para la que no había remedio excepto la muerte. Sus dos hermanas, la
condesa de Trípoli y la abadesa de San Lázaro de Betania, la cuidaron, los
mejores médicos fueron llamados y los remedios más eficaces fueron aplicados.
Durante treinta años o más, durante la vida de su esposo y el reinado de su
hijo, Melisenda dirigió su reino con un ánimo inusual en la mayoría de mujeres.
Su gobierno fue prudente y juicioso. (Guillermo de Tiro, Historia de los Hechos de Ultramar)
Su cuerpo fue llevado a Jerusalén donde fue enterrado en una
cripta de piedra con una verja de hierro en el sepulcro de la Virgen María en
el valle de Josafat donde se celebraba una misa diaria por su alma y por la de
todos los cristianos muertos en el amor a Dios.
Capilla de Melisenda, Sepulcro de la virgen María, foto de Avi |
Melisenda no parece haberse visto como una mera trasmisora
de la sangre de su padre, sino como reina de propio derecho. Ya antes de la muerte
de su padre firmaba los decretos como hija del rey y heredera del reino de
Jerusalén, lo que muestra su confianza en su propio poder, necesaria para
dirigir el reino a lo largo de su vida. Sin embargo, muchos la veían solo como
una regente y pretendían disminuir su capacidad para reinar.
Entre los que figuraban como sus
consejeros se encontraba Manases, un hombre de alto rango y muy cercano a ella,
al que nombró condestable y puso al mando del ejército., pero el cual, al saber
que gozaba de la confianza de la reina, se comportaba de manera muy arrogante…
Esta conducta inspiró odio hacia él entre algunos nobles, y si la autoridad de
la reina no se hubiese impuesto, su animadversión les habría llevado a la
violencia. El rey se hallaba entre los que odiaban a Manases y decía que ese
hombre lo apartaba de su madre y frustraba su generosidad…. Alentaban el
disgusto del rey hacia él y le urgían a retirar a su madre del control del
reino, ya que había alcanzado la madurez y no era adecuado que fuera gobernado
por la voluntad de una mujer, debiendo él asumir la responsabilidad de reinar
en solitario. (Guillermo de Tiro, Historia de los hechos de Ultramar)
Por otro lado, Melisenda recibió los consejos de algunos
hombres sabios de su época que la instaban a no caer en las debilidades
femeninas y dedicarse a gobernar como lo hubiera hecho un rey.
Recibe un breve consejo desde
una tierra lejana, como una semillita que producirá una gran cosecha con el
tiempo. Recibe consejo de un amigo que busca tu honor y no sus propios fines.
Nadie puede aconsejarte más lealmente que alguien que te ama a ti y no a tus
posesiones. Ahora que tu esposo y rey ha muerto, y el joven rey todavía no
puede hacerse cargo de los asuntos de estado, los ojos de todos y la carga
entera del reino recaerá solo en ti. Debes dedicarte a grandes empresas y,
aunque seas mujer debes actuar como un hombre, haciendo todo con un espíritu
prudente y fuerte. Debes organizar todo de forma que te juzguen, por los
hechos, más como un rey que como una reina y que los gentiles no tengan ocasión
de decir: ¿Dónde está el rey de Jerusalén? (Carta de Bernardo de
Claraval a Melisenda)
Melisenda parece haber cumplido las expectativas durante un
tiempo, a pesar de enfrentarse a la trágica pérdida del reino de Edessa y los
continuos ataques de los árabes en Antioquía. El periodo entre la muerte de su
esposo en 1142 y el año en que su hijo cumplió veintiún años, 1151 fue de
relativa calma.
Melisenda tuvo
siempre el apoyo de la Iglesia y entre las numerosas muestras de generosidad
que la reina tuvo con ella figura la fundación del convento de Betania, en el
que su hermana Iveta sería abadesa. Parece ser que ella no admitía que la hija
de un rey tuviera que someterse a nadie y puesto que su hermana había tomado
los votos monásticos decidió comprar unas tierras para fundar un convento en el
que su hermana fuera la madre superiora. Eligió Betania por ser la cuna de la
familia amiga de Cristo, pero como las tierras pertenecían a la iglesia del
Santo Sepulcro, para hacerse con ellas, las intercambió por Tekoah, la ciudad
de los profetas. Como esa zona estaba próxima al desierto y más expuesta a los
ataques mandó que se construyese una torre de vigilancia y otorgó al convento
la ciudad amurallada de Jericó para su mantenimiento.
A la muerte de la venerable
mujer a la que se había confiado la dirección del convento, la reina hizo
efectiva su intención original. Con el permiso del patriarca y la aquiescencia
de las monjas, convirtió a su hermana en la superiora del convento. Para esa
ocasión hizo muchos regalos, tales como cálices, libros y otros adornos para el
servicio de la iglesia. A lo largo de su vida siguió otorgando su favor en
interés de su alma y la de su hermana a la que amaba tan tiernamente. (Guillermo
de Tiro, Historia de los Hechos de Ultramar, XV, 26)
Melisenda hizo otras fundaciones y donaciones durante su
vida al Santo Sepulcro, a Nuestra Señora de Josafat, al Templum Domini, a la
orden del Hospital, al hospital de San Lázaro y a los premostratenses de San
Samuel.
En la carta siguiente concede una viña a San Lázaro por
haber mandado destruir un molino.
En nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.
Hago saber que yo, Melisenda,
reina de Jerusalén por la gracia de Dios, deseando proporcionar una entrada
para el uso de la puerta de David, ordené destruir un molino que perjudicaba la
puerta y la torre por su ubicación; porque todo el mundo desear conservar lo
que es suyo, concedo a los hermanos
leprosos de San Lázaro y sus sirvientes por el molino destruido por mi mandato,
una viña que está en la llanura de Belén, que contiene cinco carrucatas de
tierra, sin cargos, en propiedad a perpetuidad ; que George y Salomón, sus
cultivadores, reciban la mitad. Permanezca este intercambio
inalterable. Le puse mi sello. Testigos ….1151 (Carta de Melisenda)
Cubierta de marfil, salterio de Melisenda, Museo Británico |
Su interés por el arte queda patente en la promoción de los scriptoria, donde se realizaban las
copias de los manuscritos con espléndidas ilustraciones en miniatura, del que
es muestra el llamado Salterio de Melisenda, un posible obsequio de Fulco a su
esposa en su reconciliación, y que es una exquisita representación de las distintas
influencias artísticas de la época y de las distintas sensibilidades sociales y
religiosas de su reino: los griegos ortodoxos, los católicos romanos, los
armenios, los sirios jacobitas, y los árabes cristianos. Con cubiertas
trabajadas en marfil, bordados de seda y preciosas miniaturas con episodios
bíblicos, el libro pudo haber sido un símbolo de la piedad y del amor por el
arte de la soberana.
Miniatura del salterio de Melisenda, Museo Británico |
Bibliografía:
www.loyno.edu/~history/journal/1998-9/Edie.htm; Melisende: A True Queen; Jennifer Edie
https://epistolae.ccnmtl.columbia.edu/letter/246.html; A letter from Bernard of Clairvaux, abbot
https://epistolae.ccnmtl.columbia.edu/letter/1473.html; A letter from Melisende, queen of Jerusalem (1151)
Melisende of Jerusalem: Queen and Patron of Art and Arquitecture in the Crusader Kingdom; Jaroslav Folda; Reassessing the Roles of Women as 'Makers' of Medieval Art and Architecture, ed by Therese Martin, Google Books
bellisimo relato
ResponderEliminarGran Mujer para admirar
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